Escribo esta reseña pensando especialmente en las cien personas que han viajado a Medjugorje conmigo en julio y en agosto.
Una señora mexicana que había peregrinado conmigo a Medjugorje en julio del año pasado, volvía a finales de septiembre y me invitó para que les acompañara. Lo hice con mucho gusto, con mucha alegría. Era la primera vez que viajaba 3 veces a Medjugorje en el mismo año.
Me topé con muchas dificultades para encontrar alojamiento y guía. De hecho, tuvimos que alojarnos en 3 pensiones distintas.
Tampoco conseguimos una guía para el grupo, pero nos unimos a un grupo argentino guiado por Leo, al que conozco desde hace más de 20 años.
Como es de esperar, La Providencia nos fue abriendo camino y todo salió bien, mejor de lo que yo esperaba.
Nuestro grupo de 17 personas se convirtió en una auténtica familia. Nos sentimos realmente cómodos e integrados en este grupo, pues nos unían lazos espirituales muy fuertes.
Se pudo estar en la comunidad Cenáculo, visitar el castillo de Patrick y oír su testimonio coincidiendo con un numeroso grupo de peregrinos de Sud África, escuchar el testimonio de la vidente Marija (se pronuncia María), del Padre Marinko (párroco de Medjugorje)…
Pero me voy a fijar en dos actos a los que no pudimos asistir ni en julio ni en agosto.
Nos encontramos con la novedad de que Vicka recibe a los peregrinos. Es la persona que más me ha impresionado de Medjugorje. No he visto a nadie tan complaciente, tan detallista, tan volcado con los peregrinos como ella.
Hace años, cuando se pasaba mañanas enteras recibiendo peregrinos en la escalinata de su casa, estuve yo también una mañana entera observándola. Me sorprendía verla siempre sonriente, atenta, atendiendo como nadie a los peregrinos. Se mantuvo así desde las nueve de la mañana hasta la 1 del mediodía, sin el menor gesto de cansancio, de malestar o de hastío. Vicka es así.
Llevaba varios años sin verla y sentía «curiosidad» por ver si mantenía la misma intensidad y la misma entrega…
Era una mañana lluviosa, intempestiva. Tomamos un taxi que nos dejó a mitad de camino, pues había tal cantidad de autobuses y coches que ya no se podía pasar. Yo nunca había visto tantos autobuses, ni siquiera en los partidos de futbol.
Vicka recibe en el Centro Familiar Juan Pablo II, de las Hermanas «Misioneras de la familia herida», fundada por Sor Josipa hace unos veinte años. Esta Comunidad acoge a niños huérfanos, abandonados. Sor Josipa falleció hace diez años y su obra continúa guiada por Sor Kornelia.
Vicka la apoya y la da a conocer recibiendo a los peregrinos en alguna de las dos capillas exteriores de esta Comunidad, en Vionica, donde ella reside, cerca de Medjugorje.
Los actos empiezan a las 7 de la mañana y Vicka empieza a recibir a los peregrinos hacia las 8.
Cuando llegamos Vicka estaba atendiendo a unas personas enfermas, mientras esperaban en una de las capillas (totalmente abarrotada) un grupo de polacos y franceses. Decenas de personas se agolpaban a la puerta, en el corto trayecto desde donde recibía a los enfermos hasta la entrada de la capilla.
Cuando salió tardó unos 5 minutos en recorrer esos escasos ocho metros. A su paso iba saludando, apretando manos, besando a los peregrinos, lanzando sonrisas, escuchando, deteniéndose un poco más con los sacerdotes…
Sí, vi que Vicka seguía siéndola misma : incansable, atenta con todos, sonriente, complaciente…
Tuvimos que esperar hasta el final de la mañana para que nos hablara a varios centenares de peregrinos de España y diversos países americanos.
Al terminar, los peregrinos fueron abandonando el lugar en taxis y autobuses y nos quedamos 3 personas del grupo que éramos los últimos. Me asomé a la carretera para ver si venía algún taxi y veo que viene un coche y en él una persona me saludaba. Me sorprendí, pero al pasar delante de mí, vi a Vicka sonriente saludándome (estaba solo en ese momento) y lanzando besos como acostumbra…
Son pequeños detalles que te gustan.
Un poco más abajo vimos 3 autobuses de peregrinos españoles y nos subimos en uno de ellos para volver a Medjugorje.
Mirjana. Al coincidir el día 2 de octubre, fecha de la Aparición mensual de la Santísima Virgen, el número de peregrinos en Medjugorje se multiplicó, especialmente italianos. Ese fue el motivo de que no encontráramos alojamiento, especialmente el día 2 y que tuviéramos que estar en 3 pensiones distintas.
La mayoría de las personas del grupo de fueron por la noche a la «Cruz Azul» para poder coger un sitio lo más cerca posible de donde se colocaría Mirjana. Era una noche muy fría, pero eso no les importó. Se abrigaron como pudieron y se marcharon.
Yo fui con Odete por la mañana. El gentío era inmenso, millares de personas. Nos acercamos todo lo que pudimos, pero, claro, sin poder ver a Mirjana.
Al empezar la Aparición se hizo un silencio absoluto, cortado por alguna tos, pero había un profundo recogimiento. La Aparición duró unos siete minutos y poco después nos leyeron el Mensaje que había recibido Mirjana.
Era increíble la cantidad de gente que bajaba del monte : millares de personas. Siempre me pregunto cómo se pueden reunir tantos millares de personas en un espacio tan pequeño. No deja de sorprenderme.
Al bajar pude saludar a Sor Viki y a Sor Emmanuel, a la que agradecí su reciente vista a Garabandal en el mes de septiembre.
Estos fueron los dos actos a los que no pudimos asistir ni en julio ni en agosto y por eso, me he extendido un poco en relatarlos, especialmente el encuentro con Vicka.
Claro está, que lo que más me llenó, donde más sentí la Presencia del Señor, fue en las «oraciones de sanación» y en las cuatro Adoraciones, tres Eucarística y la de la Cruz el viernes.
Como digo en el dvd, «La Adoración Eucarística es lo más parecido al Cielo que yo he vivido en la tierra».
Todos los que habéis estado allí lo sabéis bien.
Y, por supuesto, la visita a Tihaljina. Fuimos con el grupo de argentinos y tuvimos nuestra Misa.
Allí pude, nuevamente, arrodillarme ante la imagen que más me trasmite la Presencia de María. Me pasaría horas contemplándola.
Como nos contó el Padre Marinko de aquella persona que se pasaba horas ante el Santísimo expuesto y el sacerdote, admirado, le preguntó :
«¿Qué le dices al Señor cuando estás en la adoración?».
Y él respondió : «No le digo nada. Yo Le miro y El me mira…»