Autor: Eduardo Lamana “Guía Suplente”. Copyright del autor, todos los derechos reservados, los izquierdos también están reservados, no vaya a ser que alguien se quede con ellos.
En mi casa me enseñaron desde pequeñito que siempre debía saludar y decir mi nombre y, si podía, poner una encantadora sonrisa. Como quiero demostrar que los esfuerzos de mis padres no fueron en vano, ahí va la presentación:
Me llamo Eduardo, alias guía suplente y, aunque no me podéis ver tengo mi mejor sonrisa, sonrisa que no me cuesta poner, que conste, sobre todo cuando hablo de Medjugorje, aunque siendo sincero debo reconocer que algo si me ha costado mi sonrisa, las facturas del dentista.
Mi queridísimo José Luis me ha encargado que haga la reseña de la peregrinación a Medjugorje de este agosto. En principio me negué, pero ante su insistencia y que, realmente, estaba deseando hacerla, pues aquí estamos.
Quiero hacer constar que nadie me ha dicho la dimensión de la reseña. Si al final te parece larga, lo siento; si al final, te parece breve, también lo siento, no era esa mi intención.
Como sabéis esta peregrinación ha sido la que ha contado con mayor número de peregrinos de las que hasta la fecha ha organizado José Luis (si no lo sabíais ahora ya lo sabéis) y eso se notó y mucho, en la pequeña Capilla del aeropuerto. Fue nuestro primer encuentro de oración y ya el Espíritu Santo supo hacerse hueco entre todos nosotros (difícil, os lo aseguro por las dimensiones del recinto, pero nada es imposible para Él) para ya no abandonarnos en toda la peregrinación.
Las “cosas de Dios” empezaron a hacerse notorias desde ya. Desplazar 81 personas sin que ocurriera ningún percance y sin que nadie se retrasase y/o perdiese, a mí, particularmente, me parece “cosa de Dios”.
En dos autocares y a dos pensiones distintas llegamos sin novedad, bueno la novedad fue que la pensión que nos correspondía estaba ocupada por unos italianos que no querían abandonar esta tierra de María, por lo que nos alojamos en otra pensión sólo por una noche.
El Espíritu Santo estuvo con todos nosotros, ninguno protestó, nadie pidió la cabeza del guía oficial, todos nos adaptamos a esta situación y pudimos hacer santo a nuestro espíritu, aunque algunos nos acordamos de los italianos.
Nuestra querida Madre, siempre atenta, dulce y cariñosa se fue ocupando de sus invitados (todos habréis oído que a Medjugorje sólo van los que invita la Virgen). Nos fue organizando según necesidades y edades.
Con los más pequeños, haciendo su pandilla, jugando con ellos a correr y estar de un lado a otro.
Con los adolescentes, si adolescentes a los que también los invita María, se unió en sus video-juegos, en sus “guasaps”, en sus escapadas nocturnas a tomar helados.
Con los post-adolescentes, la inmensa mayoría de nosotros, estuvo atenta, paciente, entregada, alegre. Tan bien nos hizo sentir que estábamos mejor que en casa.
Con los de la segunda-media edad (no me gusta el término tercera edad) estuvo realmente entregada. Los cuidó de forma admirable, como sólo Ella puede hacerlo. Sus caras, sus sonrisas, sus confidencias sólo se consiguen en un ambiente de auténtica familia.
Ahí estábamos todos, nuestra Madre disfrutando en su casa de todos sus hijos; pequeños, medianos y un poco más medianos. De diferentes edades y de diferentes tamaños, pero todos con el mismo tamaño de corazón, ya entregados a Ella.
María (la Gospa por estos lares) se encargó de la intendencia y supo darnos de comer lo que nuestro alma necesitaba, siempre asesorada por el Espíritu Santo.
De la otra cocina se ocuparon los de la pensión. Si María supo, ellos supieron porque nos dieron mucha “supa” y mucha pasta. Yo no me puedo quejar porque he comido muy bien, al menos eso es lo que me ha dicho mi báscula.
En Medjugorje la Virgen siempre te regala “algo” y tras cuatro años seguidos yendo no esperé a estar allí para pedirle un regalito. Hacía pocos días había leído lo siguiente: “Pedir milagros a Dios no es tentar al Señor, siempre que se pidan con auténtica FE”, así que decidí adelantarme y le pedí que nos hiciera cuántos regalitos creyera oportunos.
El primer “regalo” fue convencer al Espíritu Santo, apretujado Él en la Capilla del aeropuerto, a arrugarse un poquito más y meterse en la famosa mochila roja de Rafa y que nos acompañara permanentemente, y así lo hizo pues la Virgen pide las cosas de una manera que es imposible negarle nada, ahí está el ejemplo de Jesús en las bodas de Caná.
Otro regalo fue la Adoración del día 25, un día después de llegar. La Virgen nos dejó descansar y luego nos dejó estar con su hijo toda la noche.
La visita a Tijalina fue otro momentazo. Pudimos estar todo el grupo durante dos horas, pero no era ese el regalo. Además de contemplar la imagen de la Gospa con tranquilidad pudimos celebrar una Santa Misa santa. Al acabar y en vista que no había ningún otro grupo esperando, José Luis nos indicó que los sacerdotes que nos acompañaban nos impondrían las manos. Allí se formaron tres filas y fuimos pasando. La presencia del Espíritu Santo se hizo tan patente que muchos disfrutaron del descanso del espíritu.
La Virgen cuidó que las catequesis ibéricas, reuniones donde abordamos temas que nos permitan conocer mejor nuestra FE, fueran además de instructivas, cercanas y fácilmente asimilables por todos. Aquí nos regaló con el testimonio de Macarena, peregrina que ha cambiado su razón social pues ya vive en Medjugorje y quiso estar unas jornadas con todos nosotros. Las explicaciones del Padre Luis María y del Padre Ramiro fueron deliciosas y llenas ternura. Estas catequesis se remataron con el testimonio de Andrés sobre su misionado en Kenia, otra gozada, bueno Gospada que diría nuestra querida Mar.
Si a todo esto añadimos los prodigiosos e inimitables chistes del Padre Joaquín pues os podréis hacer una idea de la cara de asombro y sorpresa por tantos y tan buenos regalos que nos estaban haciendo.
Pero puedo y debe añadir aún más, incluso a costa de parecer un “pesao” (que lo soy, no sólo lo parezco). La oración en corro de todos (o casi todos) de los que subimos al Krisevac fue otro momento de abrazo de la Virgen y de vivencia de tú a tú con el Espíritu Santo.
Sor Vicki tiene el don de la palabra y nos empapó de su inconmensurable conocimiento bíblico y su cercanía con nuestra Madre y con todos sus hermanos, o sea nosotros.
También pudimos regalar nuestros oídos y nuestros corazones con los testimonios de los chicos del Cenáculo y de la Comunidad del Padre Misericordioso, donde se hizo referencia a la adicción de las maquinitas, que dejó un poco groguis a nuestros jóvenes,
Si ha habido algo reseñable (viene de reseña) es esa permanente presencia del Espíritu Santo entre nosotros. Él y Ella decidieron adelantar la Navidad y empezaron a repartir sus regalitos.
Regalitos que fuimos desembalando poco a poco. A cada uno lo que necesitaba. A veces coincidía con lo que pedía, a veces no, ¿os suena la situación?.
Nuestro regalo para Ellos fueron nuestras oraciones.
Como nuestro regalo les gustó mucho, decidieron hacernos un regalo conjunto a toda “la familia”. Nos regalaron un saco de cariño y un saco de alegría que fuimos repartiendo entre todos como buenos hermanos, como no podía ser de otra manera.
Así poco a poco; con cada Santa Misa, con cada Adoración, con cada Santo Rosario, con cada Oración de Sanación, con cada confesión, con cada testimonio o charla pudimos ir desprendiéndonos de nuestro cuerpo y estar más centrados en las percepciones de nuestra alma.
Medjugorje es un lugar de encuentro. Encuentras tú alma. Encuentro de tú alma con la de tú Madre, encuentro de tú alma con la de Jesús.
En estos encuentros unos lloran y otros ríen, pero todos, absolutamente todos, tienen lo que dice la canción “un gozo en el alma”.
Tal es la dimensión del “gozo almero” que pasas a olvidarte, casi por completo, de tu cuerpo, ése que sólo recuerdas cuando te sientas en el avión de vuelta.
Para ir finalizando esta breve, o no, reseña de la Peregrinación quisiera entrar en la parte de los agradecimientos.
Agradecer a mi queridísimo José Luis sus desvelos para que todo salga según los planes de la Gospa (nuestra invitadora). Por supuesto, agradecerle esta oportunidad que me brinda de escribir la reseña, no sé si se arrepentirá, ya veremos.
Agradecer muy especialmente a mi mujer, Ángeles (¡que mejor nombre!) y a mis hijos el tiempo que han sacrificado de estar juntos en casa de María para que pudiera disfrutar del cargo de guía suplente.
No quiero olvidarme de mi querido Víctor Fraile (¡ que mejor apellido!) por cargar con la guitarra y el amplificador a todas partes para hacer bueno aquello de rezar cantando.
Agradecer a todos mis hermanos peregrinos su paz y su ciencia que sumadas han dado como resultado una convivencia maravillosa (paz+ciencia=paciencia, error).
Agradecer con todo mi corazón y con toda mi alma (¡ahora sí!) a la Gospa, al buen Dios Padre, a Jesús Hermano y al Espíritu Santo por invitarnos a su casa, a su Reino, a ese pedacito de cielo que se llama Medjugorje.
Ahora nos toca a nosotros hacer posible en nuestro día a día que la casa de nuestro Padre sea cada vez más grande, que no se quede sólo en Medjugorje y, para eso, nada mejor que seguir rezando con el alma (¡mira que buen título para un libro!, ¡ay si el P. Slavko estuviera por estos barrios!, seguro que lo escribiría tras una subidita al Kricevac).
El último agradecimiento es para ti querido lector. Gracias por compartir este tiempo y gracias por rezar con el alma, Dios te lo pagará siempre que se lo pidas con FE, ¡ya sabes!.