Desde 1989 que llevé mi primer grupo de peregrinos a Medjugorje, no he dejado de asombrarme por las maravillas que realiza El Señor. Era el mayor grupo que he llevado hasta ahora, pues nunca había pasado de 54 personas, ya que eran las plazas que tenía el autobús. Pero esta vez llevamos un autocar mayor, de 62 plazas y así pudimos completar un grupo de 60 peregrinos.
Lo primero que quiero hacer constar es que en la última semana, incluso 3 días antes de salir, hubo cambios, pues por diversas causas, fallaron 5 personas y otras 5 ocuparon sus puestos de forma inesperada, providencial. Es verdad que a Medjugorje no va quien quiere, sino quien tiene que ir.
En el grupo había unas 40 personas “nuevas”, que no conocía. Y eso me asustaba un poco. Pero el grupo ha respondido fenomenalmente. Como decía antes, no dejo de asombrarme. Esto me parece una gracia clarísima de Dios. El grupo era suyo y de La Gospa y fueron “obrando” en cada uno de los peregrinos de forma distinta, pero todos y cada uno sentimos “algo especial”, en mayor o menor medida.
No quiero ser muy repetitivo ni sobreabundar en actos y aspectos ya relatados en las anteriores reseñas. Destacaré algunos momentos, algunos actos, visto desde mi punto de vista personal y, por tanto, subjetivo. Pero, a la vez, vivencial, pues es así como lo he vivido.
Siempre visitamos la Comunidad Cenáculo y siempre nos ofrecen su testimonio dos jóvenes de la Comunidad. Esta vez nos habló un muchacho colombiano, Andrés, que al no tener que ser traducido, pues su testimonio era más espontaneo, más directo. Nos hizo reír y nos hizo llorar. Reímos, por ejemplo, cuando nos decía que al entrar en la capilla por primera vez y ver a los otros muchachos de rodillas ante un trozo de Pan, pensó inmediatamente:”¡anda, estos siguen drogándose…!”. Pero también nos conmovió con su testimonio y la mayoría de nosotros le dimos un fuerte abrazo al final.
En la Aldea de la Madre, comunidad Padre Misericordioso, escuchamos un testimonio realmente desgarrador, de un joven al que le ha costado mucho centrarse en la Comunidad y que tuvo una vida dura, en la droga y pasando bastantes meses en la cárcel…
Cada testimonio es distinto y todos son importantes y dignos de ser escuchados.
Nos hablaron Ivan y el Padre Marinko en la explanada. Los comentarios de reseñas anteriores sirven perfectamente para esta.
Por supuesto, visitamos Tihaljina y tuvimos allí la Santa Misa. Ya he dicho en reseñas anteriores, que es la imagen que más me trasmite la Presencia de la Santísima Virgen y que me pasaría horas contemplándola, simplemente arrodillado a sus pies y mirándola.¡Es tan hermosa! (la palabra hermosa solo la utilizo cuando me refiero a La Santisima Virgen)
Escuchamos a Sor Viki en la mañana del último día. Su dulzura y su misticismo nos ganan. Sor Viki vive solo para Dios y para los peregrinos. En ella es realidad la frase de Santa Teresa : “Sólo Dios basta”. Está llena de Dios y Dios es la Realidad más fuerte en su vida. Y quiere trasmitirnos esa realidad, enamorarnos de Dios, que nos vaciemos del mundo, de nosotros mismos y nos llenemos de Dios. No podemos llenarnos de Dios si estamos llenos de ruido, de mundo, de nuestro “yo”.
Por eso, algunas afirmaciones suyas son difíciles de entender, pero dignas de ser tomadas en cuenta.
Quiero dedicar unas líneas al encuentro con Vicka. Siempre he dicho que Vicka es especial, tiene un carisma único, que no he visto absolutamente en ninguna de las personas que he conocido a lo largo de mi vida.
Su permanente y espontanea sonrisa, su manera de complacer o intentar complacer a todos los peregrinos, sus horas continuas atendiendo a peregrinos, incluso en las “distancias cortas”, evidencian un cariño, un amor, una Presencia, que nos trasmite a Dios.
Acababa de fallecer un familiar y tenía que acudir a su casa. Pero no suspendió su encuentro con los españoles y franceses que llenábamos la capilla de la entrada a la Obra de Sor Kornelia. Nos habló durante unos 25 minutos y luego nos fue saludando a cada uno. Uno por uno. Nos iba dando dos besos y, quien más quien menos, todos intercambiábamos algunas palabras con ella.
Luego accedió, gentilmente, a fotografiarse con nuestro grupo y muchos aprovecharon para estar más tiempo con ella.
Debo confesar sin sonrojo, que esta mujer me fascina. No he visto a nadie igual.
Quiero destacar un hecho que me llenó de satisfacción. En estos días no hemos padecido el calor de otros años. Ha estado casi siempre nublado e incluso nos ha llovido. Pero el grupo ha respondido ejemplarmente. Por ejemplo, subieron (la mayor parte del grupo) al Pbrdo con lluvia. En la subida al Krizevac, estuvo nublado, pero no llovió y eso hizo más llevadera la subida (y la bajada), sin calor.
Pues bien, el jueves por la tarde llovía a mares. Abarrotamos la iglesia, que estaba “hasta los topes”. Eso me recordó mis primeras peregrinaciones, cuando no existía la explanada y todo lo vivíamos en la iglesia, que se abarrotaba por completo.
Yo estaba en la iglesia y me entusiasmaba pensar que la Adoración Eucarística sería como las de antaño, en la iglesia y arrodillado a unos escasos metros de la Custodia. Pero no, la Custodia la sacaron fuera al templete. Me quedé extrañado, pero inmediatamente salí a la explanada con mi esposa. Llovía torrencialmente, pero había alrededor de una tercera parte de la explanada en la que entre paraguas y chubasqueros, cientos de peregrinos seguían la Adoración bajo el agua.
La Adoración duró una hora, como siempre. No se redujo ni un minuto. Y fue extraordinaria, distinta. Al acabar, en la última canción, los asistentes cerramos siempre el acto con un caluroso aplauso. Pues en ese momento, muchos de los sacerdotes que estaban en el templete, se volvieron hacia los peregrinos y nos aplaudieron. Me emociono al escribirlo. Reconocían el valor de esos centenares de peregrinos que siguieron la Adoración y la Misa sin importarles el agua, que no cesó de caer ni un segundo.
Las Adoraciones Eucarísticas, la Adoración de la Cruz y las “oraciones de sanación” son “una pasada”, como se dice ahora. Cada vez me llenan más las “oraciones de sanación”. Como no estaba Eduardo, todo lo que decía el sacerdote era “para mí”, daba en la diana.
Visitamos, como otras veces, el castillo de Patrick y Nancy. Pero esta vez hubo algo nuevo : como sabíamos por Sigfried que ahora viven de la Providencia, fuimos cargados con bolsas de alimentos, unos traídos desde España y otros comprados en Medjugorje. Ciertamente, llevamos muchas bolsas, muchas. Y resulta que se habían quedado sin existencias, por lo que nuestra llegada con “provisiones” les vino como “caída del Cielo”. Patrick nos dio las gracias emocionado y con lágrimas en los ojos y nosotros nos sentimos muy satisfechos por esta acción.
No soy muy amigo de hechos externos, pues me gustan las vivencias y experiencias interiores. Interiorizar, sembrar en mi interior, encontrarme personalmente con Jesús, nuestra verdadera Paz, con Maria, nuestra Dulce y cariñosa Madre.
Muchos vieron “fenómenos” solares, por ejemplo mi esposa. Decenas de personas del grupo lo vieron y quedaron admirados de lo que vieron durante muchos minutos.
Quiero referirme a lo que nos pasó en El “Cristo del agua”. Mi esposa me había contado que el día antes, cuando se acercó al Cristo no salía agua y entonces le puso en la rodilla un libro que llevaba con el Rostro de Jesús en la portada. Me dijo que al acercar el libro empezó a brotar agua y que el libro se mojó…
Bueno, pues mi esposa se puso “a la cola” con un montón de pañuelos para mojarlos con alguna gotita. Llevaba también el librito con el Rostro del Señor en la portada. Yo veía que apenas salían gotas y si alguna salía, enseguida pasaban un pañuelo y desaparecía. Cuando le tocó a mi esposa, empezó a pasar pañuelos. Como decía, apenas salía alguna gotita, que inmediatamente era tomada por un pañuelito.
Mi esposa pasaba los pañuelos con la mano derecha y en la izquierda tenía el libro. Y al bajarse de la escalerita de dos peldaños, al pie de la cruz, me di cuenta de que el libro tenía muchas gotas de agua, incluso muy grandes. Aclaro que era una noche despejada y no llovía en absoluto. Me quedé sorprendido. ¿De dónde habían salido esas gotas? Apoyé el libro en uno de los bancos y lo fotografié. Todavía se pueden ver las gotas de agua en la fotografía…
Insisto en que ni busco ni me interesan los “fenómenos externos”, pero tampoco los rechazo. Y esto que acabo de relatar para mi tiene mucho sentido, por lo que significa ese libro…
No quiero extenderme más, pues quería referir solamente algunos hechos “diferenciales” de este viaje.
Si quiero hacer una breve referencia a nuestro “capellán”, Padre Pedro Jesús Lasanta, siempre sonriente, jovial y a disposición del grupo. Llevaba años esperando al “invitación” de La Gospa y este año, de forma inesperada, Ella le llevó a Medjugorje.
Referirme también a las dos religiosas guadalupanas, que ya habían visitado Medjugorje, pero nunca habían pasado tantos días seguidos allí. Un encanto de personas. También agradecer a Carmen su bonita voz y su guitarra, que animaba nuestras Misas matutinas en la capilla de la Adoración.
No puedo olvidarme de Maja, nuestra guía, que combina profesionalidad con espíritu religioso, conocimiento exhaustivo de Medjugorje y mucha paciencia.
Y por último al benjamín del grupo, German, un niño de 10 años, que era el monaguillo perfecto por su recogimiento y saber estar y que cuando en el viaje de vuelta, al salir emocionado de visitar la cabina del piloto le pregunté : ¿Te gustaría ser piloto? El me respondió con firmeza : “No, quiero ser sacerdote”.
Estábamos muchos metros de altura. Por eso quiero terminar con una frase que vaya de acuerdo con ese momento :
¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD!”